El Salón de Vinos Radicales, defensor de los pequeños viticultores que se identifican con la singularidad, la autenticidad, la inspiración, la pasión e incluso la locura a la hora de elaborar sus vinos, según define su organizador, El Sindicato del Gusto, tuvo en su sexta edición a Georgia como país invitado, junto a más de 30 elaboradores españoles. El país del Cáucaso, que en los últimos años se ha alzado como el origen de la viticultura al haberse encontrado vestigios con más de 8.000 años de antigüedad -siglos antes de lo que se estipulaba-, presentó sus vinos naranjas, que han empezado ahora a destacar en el sector. Aunque la elaboración de vino en «kvevri» (envase ovalado de arcilla), considerada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, supone toda una tradición ancestral georgiana.
FERMENTACIÓN DE LOS VINOS NARANJAS:
Vinos blancos elaborados en ánforas que fermentaban con sus pieles, bien para dar más robustez, bien porque no se disponía de la tecnología para separarlas, bien porque se seguía el mismo patrón que en la elaboración de tintos. En la actualidad, sin embargo, la reducción de la intervención en el proceso de elaboración del vino, la vuelta al uso de las tinajas, o la recuperación de la tradición han llamado la atención de los productores por estos vinos.
Estos vinos blancos, al estar en contacto con las pieles, adoptan ese color anaranjado o ambarino tan característico. Pero la forma en que ahora se denomina a estos vinos, “vinos naranjas” (no confundir con el Vino Naranja del Condado de Huelva, vino blanco aromatizado con cortezas de naranja) u “Orange wine”, es contemporánea. Como comentaba Federico Oldemburg, miembro del Sindicado del Gusto, durante la presentación “vino naranja es un concepto occidental” y además bastante moderno porque, a este tipo de elaboraciones siempre se les llamó “blancos”. Su color ha hecho que el sector, o el mercado, ahora, le haya dado un nombre específico, aunque la categoría a nivel enológico sea la misma.
TRADICIÓN VITIVINÍCOLA GEORGIANA
El interés por mantener viva la tradición vitivinícola georgiana ha implicado también a la formación universitaria, pues la Universidad Internacional del Cáucaso cuenta con un proyecto vitivinícola en el que los alumnos de la Facultad de Viticultura elaboran vino y que se desarrolla en la bodega Marani Kolkhi. Uno de los ejemplos es el vino “Rkatsiteli Qvevri Amber Dry Wine 2018”, elaborado en tinajas, enterradas bajo tierra, macerando durante 6 meses con sus pieles. Un vino ambarino, algo turbio y secante en boca, con recuerdos a dulce de membrillo. El nombre de este vino georgiano, “Amber” o ámbar, merece mención especial ya que en Georgia tampoco se llaman “orange”, si acaso hacen mención en la etiqueta a su color ámbar.
El objetivo de la universidad con este proyecto es reiveindicar las variedades autóctonas y los métodos ancestrales, así como expresar la tradición georgiana en sus vinos.
TRADICIÓN GEORGIANA EN ESPAÑA:
Ya sea por curiosidad histórica o por moda en España han esta tradición ha llamado la atención de muchas bodegas. Una de ellas es Tierra Savia, en la Sierra Norte de Sevilla. Además de destacar por ser de las pocas productoras de vino en la provincia, también destacan por haber recuperado la tradición de la zona del siglo XVI, donde se elaboraban vinos blancos en ánfora. Su vino “Piu Blanco en ánfora 2018” es un viognier y pasa 10 meses en ánfora centenarias de barro. Una bodega que apuesta por la singularidad, no sólo con los “naranjas”, pues entre sus proyectos está lanzar un espumoso con método ancestral con la uva autóctona parrona.
Otra es Altolandón, situada en la D.O. Manchuela. En esta ocasión presentó “Enrosado 2019”, una garnacha blanca, con 6 meses en ánfora, natural, sin sulfitos y sin clarificar. Su color asalmonado da nombre a este vino fresco y ligero.
En la D.O. Rías Baixas, la Bodega Attis cuenta con dos vinos naranjas entre los más de 20 vinos, entre ellos una decena de albariños de parcela, que elabora. Quisieron llevar la uva albariño al extremo y vieron que la variedad lo soportaba bien, como se ve en “Attis Sitta Laraxa 2018”, que pasa 10 meses en vasija y presenta un color amarillo dorado y aromas tostados.
Otras incluso introducen el velo de flor a la hora de elaborar estos vinos. Bodegas Binifadet, pertenecientes a la V.T. Illa de Menorca IGP, elabora “Pieles”. Según explican desde la bodega, tras varios meses en tinaja, abrieron la tapa para dejar que se creara el velo de flor. Al estar en una zona de la isla muy fresca, la experiencia funcionó. El proyecto, en este caso, se ha extendido hasta el punto de plantearse crear tinajas con la arcilla de sus propias fincas.
Todos, ejemplos de cómo, mirando a la tradición, se puede experimentar e innovar, ya sea para diferenciarse o para sumarse a corrientes actuales, obteniendo perfiles de vino totalmente diferentes. Una nueva tendencia de vinos blancos que entra en el mercado, abre posibilidades a nivel de elaboración y públicos a nivel de consumidor, aunque no para todos, ni para unos ni para otros.
FUENTE: www.lagacetadelvino.com .”vinos naranjas: la tradición radicalizada” de Susana Molina. 19/FEB/2020
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